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viernes, 4 de septiembre de 2009

El Tranvía. O Bonde da Lapa

En Portugués, tranvía se dice “bonde” (se pronuncia “bonyi”). El bonde de Santa Teresa es el único tranvía activo que sigue operando en una ciudad grande de Brasil y en toda Sudamérica. El “bondinho”, como lo llaman los cariocas, comenzó a funcionar con electricidad en 1896 y hasta hoy es una de las grandes atracciones de Brasil. Viaja desde el centro de Río hasta las alturas de un cerro (morro), muy cerca del Cristo Redentor.

El bonde está atestado de locales y de turistas. Hay personas sentadas, de pie y también hay otros que se arriesgan y están colgados en los estribos.En principio el bonde es gratuito si te montas en el en marcha como hacen los locales, sino pagas como 60 centimos R$ algo insignificante.Cuidado con los bolsillos en el Bonde y las camaras de fotos y objetos de valor es un punto frecuentado por turistas y bandidos a la caza de ellos, intentar pasar lo más desapercibido posible.

En el vagón hay una infinidad de nacionalidades. “Andiamo, andiamo!”, gritan unos italianos de Sicilia sentados al fondo. “C´est super!”, dice un francés a mi lado. “Vambora!”, dice un brasileño con impaciencia. Y atrás de mí escucho un seseo en español: “¡Qué tal, voy a tomar unas fotos!”, inconfundible, es una voz colombiana.



El tren arranca y da pequeños saltos, como si tuviera hipo. Sube por un paisaje verde y vemos un cono gris: la catedral de Río. Luego el tranvía pasa sobre un antiguo acueducto, los famosos Arcos de Lapa, y sentimos vértigo, abajo está el barrio bohemio de la ciudad, donde noche a noche se beben mares de cerveza y de cachaça. Vemos la calle Mem de Sá y a lo lejos el bar “Carioca da Gema”.

Santa Teresa es un barrio emblemático de Río de Janeiro. Allí viven muchos artistas e intelectuales. El bonde sube jadeando Santa Teresa por una calle estrecha de adoquines , la arquitectura es colonial, hay muros tapizados de hiedra y, de repente, una balaustrada con el fondo espectacular de la Bahía de Guanabara. Muchas de las casas de Santa Teresa fueron construídas en el siglo XVIII y parece que aquí el tiempo quedó petrificado.

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